Lo infravalorado que está el silencio

La vida cambia cuando uno entiende que tomarse un café es más íntimo que tomarse una cerveza.

Colombia, potencia mundial de la-vida-no-vale-nada.

Un país que permite esto es un país sin futuro. Qué dolor.

Un hijo más huérfano por la violencia. Otro asesinato que nunca se va a aclarar. Una nueva ola de violencia política en este país que no aguanta una muerte más. Como una serpiente, Colombia se come su propia cola una y otra y otra vez.

Buen día para filtrar a cualquier miserable que se ponga a hacer campaña hoy.

Sí, lo mató el crimen organizado, el narcotráfico. Pero que sea también un momento para parar y pensar cómo, desde donde estamos, hemos contribuido a este clima de violencia, intolerancia y polarización que se vive en Colombia. Como ciudadanos, periodistas, políticos. Todos.

Es fascinante ver que hay gente que, sin importar el dolor ni las circunstancias, nunca está a la altura del momento. Nunca.

Cuando deberían estar concentrados en ofrecer una promesa de futuro, andan peleando por algo que ocurrió en 2016. Asignar culpas produce satisfacción moral pero no resuelve problemas ni abre caminos. Y recuerden que en 2026 gana quien ofrezca una promesa de futuro.

"Siempre, cuando uno ama, le hacen falta días." Gran frase de María Carolina Hoyos en W Radio Colombia. Es cierto, siempre hacen falta días.

Creo que Alfredo Saade ha sido muy exitoso en una tarea: empieza uno a ver a Armando Benedetti como un tipo sensato con el que se puede hablar.

Qué alivio no estar de acuerdo con nadie.

La vida -y la muerte- se volvió un reality show.

Colombia es un día triste.

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Solo ver a ese hijo de 4 años cargado por su mamá, acompañando el ataúd con el cuerpo de su papá, ese niño aturdido, confundido, debería ser suficiente para acallar por un momento todo el ruido y el odio político. Qué imagen tan triste.

Spoiler: no nos unimos.

Colombia es como una pelea de boxeo, pero los puños no se los dan el uno al otro, sino a todos los demás.

Con los años uno deja de juzgar a quienes se hacen los bobos en la calle y empieza, más bien, a agradecerles. No hay nada peor, nada más incómodo que esas conversaciones de andén con gente que uno apenas conoce.