No recuerdo la última vez que me sentí amada y observada. Ni el último detalle que se hizo pensando totalmente en mí, o en lo que anhelo o me gusta. Ni el último suspiro que haya causado. Me gana la mente y me pesa el pecho. Como una nena mirando a la ventana, siendo paciente.
No dudes de mi capacidad de darme la vuelta e irme de tu vida cuando he cortado lazos con mi familia de sangre sin dudarlo dos veces después de una falta de respeto o de consideración.
No pasarme toda la vida intentando que hablen mi lenguaje, tratando de hacerme entender, o bajar mis estándares básicos sólo para hacerme caber en un lugar pequeño.
Tranquila porque sé que mi manera de amar es irrepetible y que tengo oro en mis grietas para poner sobre la mesa. El tiempo al tiempo y lo que traiga a mi puerta.
De esos días donde lo único que me regresa a tierra es prepararme un té con miel, poner una manta en mi jardín y sentarme ahí a escribir. Un libro entero podría sacar de lo rápido que corren las palabras en mi cabeza y en mi pecho.