En los años 70 las mujeres ya se manifestaban contra la prostitución, el trabajo doméstico o los cánones de belleza: no creamos que el feminismo es subir nudes, sexualizarte y hacer lo que quieras con tu cuerpo solo porque es lo que al capitalismo le interesa vendernos.

El capitalismo ha contribuido mucho más a destruir lo que entendemos por familia nuclear con la explotación laboral, el trabajo doméstico gratuito, la consideración de la vivienda cual negocio y la mercantilización de los afectos, de lo que lo ha hecho realmente el feminismo.

Los hombres homosexuales que hablan públicamente en femenino con el fin de degradarse no son ni aliados ni feministas ni nada que se le parezca. Son misóginos que se apropian de una feminidad performativa desde la estética mientras la opresión la dejan para nosotras.

Hace años que no me depilo, cejas, maquillo; no tengo una «skincare» con mil productos de belleza y trato de no caer en la presión de consumo estética. Creo que la práctica feminista también va de avanzar y ser críticas con los beneficios que obtenemos de lo que hacemos.

Las droguerías pueden ser fácilmente uno de los sitios que mejor ejemplifiquen de todos los roles de género y la mercadotecnia creada sobre la feminidad: que haya desde rizadores de pestañas a lápiz para labios solo se explica cuando la mujer es un objeto de consumo más.

La tesis de que los hombres buscan una madre en sus parejas no es una teoría sino una realidad. La cantidad de hombres que se asumen «heterosexuales», pero el único interés por el sexo femenino que tienen es hacia una mujer que les cuide, materne y sirva, es terrorífica.

Creer que una mujer que no se depila, pinta las uñas o echa cremas «no se cuida» prueba hasta qué punto la industria de belleza nos ha vendido un ideal femenino asociado al consumo. Cuidarse es ducharte y hacerte la comida, no gastar el dinero en maquillarte cada día.

No se puede ser feminista y de derechas porque estar a favor de la prostitución, de los vientres de alquiler, y en general, de lo que tiene que ver con la «libertad de elección» al margen de todo condicionamiento, no es defender el feminismo, es defender el neoliberalismo.

Leo por ahí un lema falangista que dice «hacer familia es hacer patria», todo genial si cuestionase el sistema capitalista cual principal responsable que impide a los jóvenes de un país tener hijos y no fuera para terminar legitimando el supuesto «orden natural» de las cosas.

La difusión del machismo en las nuevas generaciones de hombres es una locura: chavales que normalizan la violencia hacia las mujeres día tras día por criarse con los ejs. más reaccionarios y misóginos, aferrados a un discurso incel y victimista como la soledad masculina.

Hace mucho tiempo que mantengo que la «ley trans» es uno de los mayores indicadores de idiotización de una población. Si de verdad eres capaz de tratar a un hombre adulto en femenino, y de hacer creer que ser mujer es un sentimiento, puedes controlar lo que sea.

Estamos tan acostumbradas a que cualquier persona con el más mínimo poder adquisitivo alquile el cuerpo de una mujer vulnerable para tener un hijo que resulta extraño pero reconfortante al mismo tiempo recordar que la maternidad no es una transacción del capital🤰🏽

Ser libre para venderte solo significa que, al otro lado, siempre habrá alguien con la libertad para comprarte.

Me flipa esa clase de gente que ve «incompatible» ser de izquierdas con ser monógamo o comer carne, pero sin embargo no le genera ninguna contradicción decir estupideces de un calibre reaccionario genuino como que el sexo no es binario, o que hay mujeres con pene.

Si tu religión tiene como condición velar a las mujeres, considerarlas seres inferiores, relegarlas a la esfera de lo doméstico o impedirles participar en la vida pública en general no es religión, es misoginia disfrazada de fe.

La forma en la que se han romantizado la maternidad y los cuidados incluso desde posiciones que se asumen feministas, aceptando discursos casi místicos, es una cosa increíble. No creo que el propósito del feminismo sea despreciar ser madre pero tampoco esencializarlo.