Amo a la gente elegante. Y no me refiero al dinero. Hablo del estilo, la palabra justa, la pregunta respetuosa. Hablo de cosas que no son cosas. La elegancia es suavidad, y eso no se puede comprar.
Hay que aprender a dejar fluir los amigos, a no reclamar reciprocidad en las relaciones cuando no te la quieren dar, a no forzar vínculos y a hacerse a un lado cuando ya no te sientes parte. No por ellos, sino por uno