La lógica del consumo nos convierte en depredadores de nuestro deseo, nunca satisfecho. Individuos que consumen vorazmente mientras se consumen a sí mismos. Hoy el negocio reside en alimentar nuestro deseo de desear, en no permitirnos pensar qué deseamos. bit.ly/4cO4TG9

Tenemos que enseñar a nuestros jóvenes que todos los datos que compartimos alimentan un mercado cuyo objetivo es hacer nuestras acciones predecibles, de manera que se conviertan en rentables. La meta es automatizar nuestras conductas mientras pensamos que actuamos con libertad.

Es alarmante cómo nos han inducido a naturalizar el estrés o la ansiedad como síntomas normalizados de nuestro modo de vida, mientras los factores estructurales que los provocan permanecen intactos. “Adáptate”, sé resiliente y “gestiónate”, pero sin cuestionar qué te hace sufrir.

Qué barbaridad. Eres tú quien te provocas la depresión. Eres tú quien se causa el estrés. Eres tú. Estos peligrosos gurús estigmatizan al individuo (“eres culpable de tu fracaso”, “no te adaptas”). No hay que aprender a “gestionar” el estrés, hay que buscar y combatir sus causas.

Un libro que en las primeras siete páginas ya ha nombrado a Simone Weil, a Dostoyevski, a María Zambrano y a Hannah Arendt es una invitación a sumergirte en sus páginas y a explorar cada rincón de su contenido.

Carlos Javier González Serrano

Hemos normalizado el uso compulsivo y acrítico de las pantallas en nuestra vida, que conlleva falta de control y una perversa dependencia. La adicción a las pantallas esconde una crisis del deseo: una enfermedad de la inmediatez que nos expropia de nuestra capacidad para decidir.

Cada vez más personas (de todas las edades) aseguran tener dificultades para mantener su atención de manera continuada. No poder atender significa no poder decidir, delegar la capacidad para pensar y desear en intereses que trafican con nuestra conducta. bit.ly/4cS5wyz

Nuestro reto individual más urgente consiste en reeducar nuestro deseo, en conservar el dominio de nuestra atención, encadenada y adicta a un mundo saturado de estímulos y satisfacciones inmediatas. La libertad se juega hoy en la reapropiación atencional. bit.ly/3VFudrO

El problema filosófico de nuestro tiempo es cómo y por qué las clases trabajadoras hemos llegado a aceptar y encontrar placentero nuestro estado de sometimiento al consumismo que nos consume. Cómo la opresión se ha convertido en un erótico yugo para ser felices sin poder serlo.

Hemos llenado una librería en Alicante para hablar de filosofía, de la necesidad de crear espacios en los que, desde la infancia, podamos preguntarnos sobre lo que nos preocupa, donde la curiosidad sea protegida. La filosofía es resistencia frente a los malestares establecidos.

Leer a Simone Weil es como quitarse una venda de los ojos.

“Ya no se presta atención al esfuerzo por discernir el bien, la justicia y la verdad. En casi todas partes la operación de tomar partido, de posicionarse a favor o en contra, ha sustituido a la obligación de pensar”.

El pensamiento mágico de la autoayuda (“todo depende de ti”) promueve el aislamiento y la culpa. La esclavitud emocional del “si quieres, puedes” y del “crecimiento personal” impide trenzar lazos comunitarios que permitan cuestionar las estructuras que alimentan nuestro malestar.

No sólo estamos perdiendo la capacidad atencional a causa de habitar un escenario hiperestimulado. Con ello nos arrebatan la capacidad para esperar. Sin (el saber y paciencia de la) espera sólo queda la esclavitud ante lo inmediato, la incapacidad para poder elegir con autonomía.

Educar en que la felicidad sólo depende de nosotros es una técnica disciplinaria, un negocio que no permite cuestionar las estructuras que impiden nuestro bienestar. La felicidad como dispositivo opresor y generador de estrés y frustración: “está en tu poder ser quien quieras”.

Ajustar colegios e institutos a la lógica económica (mercado laboral) está provocando el final de lo educativo (conocer) en beneficio de una vacía dinámica de adquisición de competencias y destrezas “útiles” (la adaptación como servidumbre). El estudiante como futuro consumidor.

“Se trata de vivir la lucidez en un mundo donde la dispersión es la regla”, escribió Camus. Gracias de corazón, Querétaro, México. Qué días tan intensos de aprendizaje con colegas. Si la salud mental es un derecho humano, ¿qué está impidiendo que sea posible llevarlo a cabo?

Hay que recuperar la lentitud en los procesos de la vida. La rapidez es una estrategia diseñada para consumir –y ser consumidos– de forma incesante. El cerebro rápido y estresado no puede calcular las consecuencias de sus actos: reacciona mecánicamente, no actúa responsablemente.

Escribió Schopenhauer que lo más valioso que podemos hacer al conocer a alguien es mirar atentamente sus ojos y percatarnos de que tras ellos se esconden miedos iguales o peores que tras los nuestros. Y no olvidarlo nunca, para evitar sumar nuevos miedos a los que ya acarreamos.

Escribir a mano mejora el aprendizaje y la comprensión, retrasa el deterioro cognitivo y potencia nuestra memoria y la asociación de ideas. Además, escribir significa rebelarse frente al imperio de la automatización y de las prisas, que anestesian nuestra capacidad para pensar.

El profesor de filosofía, Carlos Javier González Serrano, reflexiona sobre la ética de las pantallas.

Tienes el programa completo de 'Para todos la 2' en: rtve.es/v/15995240