Paul Auster fue el mago del azar y sus novelas se leen con el encanto del juego y la sorpresa. Pero yo le agradezco sobre todo un libro, sobre la muerte de su padre, de título insuperable: La invención de la soledad.
Quien venció a la muerte una vez la vence dos veces.

Todo lo que se escribe ya ha sido escrito. Más que de creación, habría que hablar de memoria, descubrimiento u homenaje. La originalidad es una superstición de aquellos que ignoran lo que ya fue dicho.

Todos conocemos las leyendas de nuestra familia, cuentos repetidos una y otra vez que hablan sobre nuestro origen. Somos el producto de una ficción deliberadamente mentirosa, concebida para ocultar o adornar la verdad y hacernos creer que hay algo de dignidad en nuestro pasado.

Escribir literatura es lanzar una botella a un mar seco. Si el mensaje le llega a alguien, será a alguien que le gusta caminar por territorios devastados.

La muerte siempre llega antes de tiempo, la muerte de un ser querido siempre es prematura, la muerte no espera su turno, siempre se adelanta, y es que para ser sinceros, para ser exactos, la muerte de quienes amamos no debería existir.

-Federico, ¿no crees que te estás obsesionando un poco con tus hilos de Twitter?
-No, para nada, ¿por qué lo dices?

Quizás lo que realmente asusta de la noche es su hospitalidad espléndida: allí está toda esa oscuridad multitudinaria para perderse en ella y ser, de una buena vez, una parte de la sombra soberbia que no requiere para existir de luz ninguna.

La lengua nos pertenece, pero nosotros también le pertenecemos; ella nos nombra, pero nosotros también a ella; cambia conforme la usamos, pero al usarla también nos transforma: existimos en ella y ella existe en nosotros. Es una simbiosis en el feroz ecosistema de las palabras.

La literatura del yo que más me interesa es la que lo destruye, no la que lo celebra con extrañas contorsiones para darse palmaditas en la propia espalda.

Con los años, se enfatizan nuestros rasgos más característicos, del temperamento a la forma de la nariz, como si la vida fuera subrayando lo que tenemos de más propio. Llega un punto en que somos tan nosotros, tan exageradamente nosotros, que resultamos irreconocibles.

Para mí, el año se divide en cuatro estaciones: la estación de las alergias, la de las infecciones estomacales, la de las reumas y dolores articulares, y la de influenza-covid.
Todo lo demás es romantización y propaganda:🌻🌞🍃❄️

Abrirte un Twitter para promocionar que tú no te promocionas porque eres moralmente superior a quienes promocionan que se promocionan.