Los vivos de la generación X somos inmunes a la criptonita. Años de brechas en columpios de hierro oxidado, chicles que cambiaban de color, “zumos” Tang, mercromina que hacía costras que nos arrancábamos, bolitas del mercurio del termómetro roto de mano en mano y caramelos de…

Si te aburrías en clase, te comías la goma de Milán “nata”. En gimnasia saltabas un plinto y te dejabas los dientes en el potro (añado “de tortura”). Te machacabas el pie con el balón “medicinal” que pesaba como un muerto. Para ponerte morena mezclabas Nivea con mercromina.

Si tenías la “suerte” de que te regalaran los reyes el Quimicefa, manipulabas azufre y cosas que hacían explotar la probeta de cristal que venía dentro. En clase de manualidades andábamos “colocados” con el pegamento Imedio (luego sacaron la modalidad “escolar”. Lógico)

Nunca olvidemos que “Juegos reunidos Jeyper” llevaba una ruleta americana y se jugaba al poker y al Black Jack. Para niños. Ojo.

En el “balón prisionero”, tenías que eliminar a los miembros del equipo contrario a balonazos. Los traumatólogos de las últimas generaciones han estado muy ocupados con las escoliosis y hernias de nuestros “churro, mediamanga, mangaentera”.

A los más afortunados, en la comunión les regalaban un Spectrum que se conectaba a la TV de tubo (que mirabas a tres palmos) y se cargaban los juegos con casettes que hacían un ruido demoníaco durante media hora (y ahora que si gafas de protección de luz azul, cegatos todos)

Si te gustaba alguien, tenías que llamar desde el pasillo de tu casa, donde te escuchaban hasta los vecinos en el descansillo, con un teléfono fijo al teléfono fijo del susodicho/a. Sudabas porque no lo cogiera la madre/padre o el hermano/a guasón. Eso era amor.

Natalia Velilla Y con Teléfono su pletòric en la habitacions de tus pastes que podran coger en cualquier momento